Un día en la Comunidad de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana en Komborodougou.
17/01/2014
Komborodougou es un pueblo situado al norte de la Costa de Marfil, en el país Senoufo. Tiene unos 6000 habitantes, y es la cabeza de partido. La lengua oficial es el francés, pero aquí se habla sobre todo el senoufo. Aunque son mayoritariamente animistas, con su bosque sagrado y sus ritos de iniciación, hay también musulmanes y cristianos. Y entre los cristianos, estamos los católicos, los protestantes y algunas sectas.
En la comunidad de Hermanas de Sta Ana de Komboro (lo acortamos así, dougou se repite en muchos pueblos marfileños, quiere decir “pueblo”) vivimos seis Hermanas. Nuestra comunidad está formada por seis mujeres, tres marfileñas y tres españolas, consagradas a Dios y enviadas a ser testimonio de su amor entre los senoufos, siguiendo el estilo de nuestra congregación. Una hermana presta su servicio en la escuela católica, donde trabaja como maestra. Las cinco restantes, en el centro de salud que regentamos. Este centro de atención primaria emplea a 16 trabajadores y cuenta con un dispensario, una maternidad, un hogar para la mujer encinta y un centro de nutrición. Además, dispone de una farmacia para atender las propias necesidades. El centro tiene tres salas polivalentes y dos apatams (salas abiertas).
Comenzamos el día a las 5h 45, con el oficio de laudes y la oración. Participamos en la misa parroquial a las 6h 30 y después de desayunar comienzan nuestras tareas.
En el centro de nutrición empiezan los desayunos. Hay niños con malnutrición severa que se alojan en el propio centro y otros, con malnutrición moderada, que están en sus casas o en poblados próximos. Cada bebé está con una mamá, que puede ser su propia madre, o una abuela, tía... ya que algunos son huérfanos.
En el dispensario pasan consulta a todos los enfermes que vienen, y realizan curas a leprosos, heridos o a pacientes con llagas que se resisten a cerrar.
En la maternidad hay consulta prenatal dos días por semana. Cada día pueden visitar a más de 50 embarazadas.
Los viernes son días de vacunas. Las madres vienen con sus preciosos bebes, a veces de pueblos muy distantes. Han entendido que vale la pena su esfuerzo si pueden evitar a su hijo la polio, la fiebre amarilla u otras enfermedades infantiles.
El hogar de la mujer embarazada acoge a las futuras madres. Llegan de los poblados alejados, unos días antes del parto. Esto puede evitarles cualquier desgracia al momento de dar a luz.
Durante los días anteriores al nacimiento, pueden disfrutar de un merecido descanso, sin trabajar en el campo, ni preocuparse de atender al marido ni a los demás hijos. Ellas se ocupan de preparar sus comidas, lavar su ropa… mientras son seguidas por la Hermana comadrona que controla la tensión, la anemia u otras carencias.
Después de reparar fuerzas con la comida y un pequeño descanso, nuestras tardes se dedican a la limpieza, la administración, el papeleo y a atender las emergencias. Y es que el área sanitaria atendida por nuestro centro es muy extensa, sesenta y cinco pueblos.
Los niños nunca piden permiso para nacer, y si un parto presenta dificultades, la hermana comadrona acude a la llamada sea la hora que sea.
También la Hermana responsable del dispensario está disponible las 24 horas del día, ya que en cualquier momento se puede presentar un herido u otra urgencia.
Al caer la tarde, la comunidad se reencuentra para la lectura espiritual, el rezo de las vísperas, la oración y la cena. Pero la jornada no se da por concluida: después de una pequeña tertulia, atendemos el centro de alfabetización. Aquí nos ayudan cinco maestros de la escuela católica. El objetivo es enseñar conocimientos básicos y el francés, ya que, aunque es la lengua oficial, sólo es hablado por una minoría en esta región. Hay un centenar de adultos inscritos, pero el cansancio acumulado en el trabajo del campo y las preocupaciones diarias hacen que no todos terminen el curso. Estamos convencidas de que es importantísimo elevar poco a poco el nivel cultural de la población, ya que les ayudará a ser más libres. Y también a lograr la paz.
Los sábados, estas mismas salas y apatams se utilizan para la catequesis. Un año de pre-catecumenado y tres de catequesis preparan a los niños de las familias cristianas para recibir el sacramento del bautismo y la primera comunión.
A veces acuden niños de familias no cristianas. Siempre que sus padres lo autoricen, pueden venir. Este año han recibido el bautismo 2 chavales de 12 años, hijos de padre musulmán y madre cristiana. Esto no es muy habitual, pero nos demuestra que en Costa de Marfil no hay problema entre la gente por ser de distinta religión.
Los domingos visitamos a alguna familia o a algún enfermo.
La gente tiene con nosotras gestos de agradecimiento: nos traen frutos del campo o incluso comida ya preparada, sobre todo los días de fiesta. Esto es un signo de comunión.
Y así es como vivimos en nuestra comunidad y en nuestro pueblo. Cada jornada nos trae su novedad, y como dice el evangelio, a cada día su afán. Siempre lo ordinario puede estar salpicado de pequeñas anécdotas que dan sabor a la vida diaria. Es interesante vivir rodeada de gente de otra cultura. Esto, además de enriquecer por la diversidad que aporta, ayuda a relativizar cosas incluso de nuestra propia cultura que podemos creer esenciales.
Ayudadnos con vuestra oración a hacer vida la petición de Jesucristo: “que sean uno para que el mundo crea”.