"Yo veo su ilusión cada día: si los padrinos lo vieran, se llenarían de felicidad"
22/02/2019
Hablamos con la Hermana Eugine, Superiora de la Comunidad de Nagarcoil, en el sur de India.
Cuéntanos acerca de la labor que desarrolláis en vuestra Comunidad.
La Comunidad colabora con el Colegio Diocesano, las Hermanas acuden al centro a enseñar a los niños. Yo, por mi parte, me centro más en visitar los diferentes colegios de la zona, visitar a los pobres, a los enfermos de la parroquia (a quienes, a veces, es necesario llevar al hospital) y a muchas personas mayores que viven solas.
¿Qué es lo más importante para los niños a los que ayudáis?
Para los niños, tener a sus padrinos de España es un tesoro que marca la diferencia, porque les permite estudiar. Te pongo un ejemplo. Hace unos años, atendimos a dos niños cuyo padre había muerto y cuya madre estaba muy enferma. Recibían ayuda de Fundación Juan Bonal y, de ese modo, podían estudiar. Su madre nos decía, con los ojos llenos de lágrimas, que si no fuera por los padrinos, quizá ella y sus hijos hubieran muerto, y que no sabía qué había hecho para recibir esa ayuda, pero que se sentía profundamente agradecida. La ayuda es una cantidad pequeña en España, pero para estas personas lo es todo.
Recuerdo también a una abuela que nos decía que no sabía cuánto tiempo más iba a vivir, pero que estaba segura de que los niños estarían cuidados y podrían estudiar. Esto le daba tranquilidad y le hacía inmensamente feliz.
¿Cómo percibes la situación social del país?, ¿detectas progresos?
Creo que en los estratos sociales inferiores, en el ámbito de la Iglesia y en la zona en la que trabajo está disminuyendo la desigualdad de la mujer, evolucionando hacia una situación más equitativa. No obstante, en el resto del país queda muchísimo por hacer: existe una gran desigualdad que mantiene a la mujer sometida.
Por otro lado, el sistema de castas no solo se mantiene, sino que se percibe un deseo en el Gobierno de impulsarlo y reforzarlo.
En cuanto a la religión, veo que el Gobierno desea que haya más hindúes (les gustaría que fuesen la práctica totalidad), y menos cristianos y musulmanes. Todo esto crea muchas dificultades.
¿Qué te entristece y qué te alegra acerca de las personas a las que ayudáis en la Comunidad?
Me entristece ver cómo estas familias han venido a trabajar en la construcción, y los niños quedan desatendidos en la calle. Me gustaría ayudarles, pero nos resulta difícil incluso comunicarnos, ya que vienen de zonas del país en que hablan otros dialectos, y no nos entendemos. Es una inmigración dentro del país. Me duele ver que la gente, además, les culpa, pensando que algo malo habrán hecho para verse en esa situación y merecer lo que les pasa. Me gustaría mucho poder ayudarles.
Por otro lado, me llena de orgullo y alegría ver que muchas veces las personas a las que ayudamos desean colaborar y ayudar a otros. Antiguos alumnos del colegio vuelven y quieren enseñar a otros, médicos que desean atender a pacientes, personas que nos donan algo de ropa en Navidad... Son pequeños detalles, pero percibes en ellos el deseo de ayudar al prójimo.
¿Cómo ves la figura de los padrinos desde tu misión?
Yo les agradezco su ayuda con mis dos manos juntas. Y les digo que es una bendición de Dios tener esos niños como suyos, está en el plan del Señor poner a esos niños en sus manos, y es maravilloso. Los padrinos no ven cómo sonríen, pero yo veo su ilusión cada día: si los padrinos lo vieran, se llenarían de felicidad.
Creo que el apadrinamiento no es solo una cuestión de aportar un dinero, sino de dar una parte de uno mismo. Esto es muy importante. Si tú ayudas hoy a un niño, él ayudará a otros mañana, y así la corriente de ayuda continuará y crecerá.