"La esperanza no se puede perder nunca"
19/09/2018
Hablamos con la Hermana Nubia, misionera en Chimichagua, Colombia.
Trabajas en el ámbito de la educación, descríbenos el contexto en el que desempeñas esta labor.
En el colegio ofrecemos educación primaria y secundaria, desde niños de 4 años hasta el bachillerato. Todos los chicos pertenecen a los estratos 0, 1 y 2, los menos favorecidos, pertenecientes en general a familias muy numerosas.
Son chicos alegres y festivos, son costeños. Bailan, cantan, dibujan... son muy artistas. Proceden de familias muy desestructuradas y desintegradas.
¿Y cómo os enfrentáis a este problema?
Animamos a los profesores a visitar a las familias y conocer su realidad, es importante promover su disposición. Igualmente, tratamos de fomentar esta sensibilidad entre los compañeros e iguales. Además, intentamos que los padres comprendan la importancia de comunicarse y compartir con sus hijos.
¿Y tenéis éxito?
Sí. Es muy bonito ver cómo surge la solidaridad, especialmente en los casos más difíciles: se organizan espontáneamente colectas, mercado para distribuir comida, etc.
Debe de ser muy motivador...
Lo más emocionante es ver la ilusión y la esperanza de las gentes, a pesar de las dificultades. Ahí es donde entra la labor de la Fundación. Por ejemplo, las Becas de Estudios consiguen ofrecerles una vía de desarrollo que cambia sus vidas.
¿Qué otras dificultades tenéis que enfrentar?
Últimamente, estamos detectando que comienzan a llegar a nuestra comunidad los problemas típicos de la ciudad: drogadicción, delincuencia, prostitución... Por ello, estamos pensando cómo actuar no solo dentro del colegio, sino también fuera. Queremos salir de los muros del centro y actuar en todo nuestro entorno, para tratar de atajar estos problemas.
¿Qué supone para vosotras la aportación de los padrinos?
Una solo cosa: esperanza. Y es lo más importante, para nosotras y para los chicos a los que ayudamos y enseñamos. La esperanza nos permite seguir adelante, y esa esperanza no se puede perder. Es vital.