Entrevista a la Hermana Maria do Carmo, misionera en Brasil.
11/07/2016
Cuándo llegaste, ¿cuáles fueron tus primeras impresiones del lugar y de las personas con las que trabajas hoy?
Mis primeras impresiones fueron: qué lugar sencillo, con una pobreza muy grande; muchos niños sin escuela o casi siempre jugando en las calles. Me ha impactado la labor de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, su interés en que los niños tuvieran un futuro mejor.
Con el personal que trabajamos hoy, siempre los he visto muy trabajadores, con el deseo de poner sus dones al servicio de los más necesitados. Personas que tienen sus vidas particulares, sus afanes, pero muy implicados en la misión que tenemos.
¿Qué necesidades tratáis de cubrir día a día, a qué os enfrentáis las Hermanas en la misión?
Las Hermanas, en nuestra misión, atendemos el campo de la salud y de la educación, por eso las necesidades que enfrentamos son muchas y variadas.
En educación, hay todo un desafío para la educación de los niños. Una gran dificultad son los papás, pues muchos no saben leer y no consiguen acompañar a sus hijos en casa. La violencia que los niños viven en casa dificulta su aprendizaje y hay todo un trabajo para que puedan integrarse con otros niños.
Hoy tenemos una situación difícil en el municipio: el sueldo de los profesores no es muy bueno y eso favorece muchos paros por parte de ellos, y los niños se quedan sin clases. Tenemos situaciones de abuso sexual, adicción...
En sanidad hay situaciones muy complicadas. Brasil ahora tiene virus de todo tipo: dengue, zika, chikungunya... además de malaria, hanseniasis y tuberculosis. En nuestro ambulatorio, atendemos a adolescentes embarazadas, a gente sin recursos que a veces no tienen para hacer un análisis, que se quedan largas horas en las colas y no consiguen un cupo para realizar sus exámenes.
¿Con qué recursos contáis para realizar vuestro trabajo?
Con ayuda del municipio para el pago de algunos funcionarios, con donaciones de voluntarios (que no se hacen, muchas veces)... A través de proyectos conseguimos ayuda, especialmente para la manutención de nuestras estructuras. Y también contamos con el apoyo de la Fundación Juan Bonal, con nuestros proyectos de Niños Apadrinados y la Brinquedoteca.
Hablemos sobre esto: habéis puesto en marcha el concepto de brinquedotecas, ¿qué son y cómo funcionan?
Las brinquedotecas son espacios lúdicos donde los niños vienen no sólo para jugar, sino para aprender valores, criterios, respeto por los demás... En este espacio, desarrollan su capacidad creativa, aprenden el valor del trabajo en equipo, crecen en liderazgo y en socialización.
Nuestra brinquedoteca funciona de lunes a viernes, con una programación diferenciada a cada día. Tienen actividades de teatro, fútbol, cine, títeres, juguetes... Además de esto, algunos niños están en la coral “Voces de la Caridad”. Otros hacen un programa en la radio, son los llamados “muchachos de oro”. Y tenemos la “Brinquedoteca Itinerante”, que está haciendo una labor muy linda en el Hospital del Municipio de Breves, llevando alegría, reflexión y juguetes a los niños ingresados.
¿Qué es lo que más te gusta de la labor que realizas?
La sonrisa agradecida de los niños. Observar como van creciendo en valores, responsabilidades, deseo de ayudar a otros niños... Me encanta también la atención a las mujeres embarazadas; realizo también la misión como médica, y esto es algo hermoso también.
¿Qué suponen los padrinos y madrinas para la vida en la misión?
Suponen la colaboración con nuestra misión, con nuestros proyectos. Los que están cerca nos ayudan, no sólo en la cuestión material, también vienen a encuentros en el sitio donde estamos; conocen la brinquedoteca y demás espacios de nuestro centro de misión.
Para las diferentes actividades que realizamos, necesitamos recursos humanos y materiales, y estos padrinos y madrinas son colaboradores muy importantes.
¿Qué mensaje te gustaría enviarnos desde América a todos los que te escuchamos en otros continentes?
Dios ha hecho maravillas en nosotros y por eso estamos felices. Ser instrumentos de Dios en este tiempo en que vivimos no es una tarea fácil, pero es desafiadora: es una oportunidad de ser y hacer la diferencia. Somos todos invitados a ser constructores de un mundo nuevo, de esperanza, paz, justicia y amor.
No tengamos miedo de vivir el sueño que Dios tiene soñado para cada uno de nosotros. Luchemos contra el comodismo, la mediocridad, la falta de sensibilidad; seamos hombres y mujeres de valor. Los más pobres y necesitados, los menos favorecidos, nos esperan de brazos abiertos.