Expresión de solidaridad

Un trabajo diario que devuelve ilusión y sonrisas

08/05/2024

08/05/2024 Un trabajo diario que devuelve ilusión y sonrisas

Hablamos con las Hermanas Maria Ouyang y Maria Dong. Ambas desarrollan su labor en China, en dos comunidades que trabajan dentro de los ámbitos de salud y educación. Hay 3 Hermanas en cada una de estas dos comunidades.

Empecemos por lo primero, ¿cómo es ser una Hermana de la Caridad de Santa Ana en China?
Bueno, hay particularidades. Verás, en China no hay problema con las Congregaciones de carácter local, pero las Congregaciones extranjeras o internacionales tienen prohibido predicar. Podemos hacer nuestro trabajo, pero siempre y cuando no prediquemos. Si queremos hacer misa, lo hacemos cada día en la misión, en fábricas o en casas, porque no hay iglesias grandes y somos grupos pequeños. La cuestión religiosa crea algunas limitaciones en el día a día, por lo que nos presentamos como voluntarias. A nivel local, todos saben que somos Hermanas pero, oficialmente, somos voluntarias.

¿Puedes ponerme algún ejemplo?, ¿qué tipo de dificultades encontráis en vuestro trabajo diario debido a esto?
Por ejemplo, cuando se trata de cuidar niños, las autoridades siempre quieren saber de dónde provienen nuestros ingresos. Así que abrimos un restaurante, que funciona como tal y, además, nos permite atender dentro a los niños necesitados. De este modo, de cara al Gobierno, explicamos que nuestros ingresos provienen del restaurante: somos mujeres con un negocio que hacen una labor social de manera voluntaria.

¿A qué tipo de niños atendéis en el centro y cómo lo hacéis?
Son niños que provienen de familias pobres que viven en las montañas. En sus casas, muchos aún no tienen electricidad, aunque en algunas zonas ya han empezado a ponerse paneles solares en los techos. Tampoco tienen agua corriente; suelen coger el agua de la lluvia por lo que, si no llueve, no tienen agua. En muchos casos, el marido va a la ciudad y, cuando ve la diferencia de calidad de vida, se queda en la ciudad y abandona a su esposa e hijos, por lo que muchas familias son monoparentales, con una madre soltera que necesita ayuda con el cuidado de los niños. Empezamos con 3 niños y ahora estamos cuidando a 20, de unos 5 años de edad.
Los niños van a la escuela, y por la tarde acuden a nuestra misión unas 3 ó 4 horas. Allí, les ayudamos con los deberes, les duchamos, les damos de cenar y vuelven a su casa para dormir.

Hablemos de vuestro trabajo en el ámbito de la salud. ¿Cómo es esta misión?
Atendemos una leprosería desde 2002. Comenzamos con 168 enfermos, y ahora tenemos solo 33. Algunos envejecieron y murieron, otros se han curado y han vuelto a sus casa, sobre todo los más jóvenes. Pero también tenemos ancianos que se han curado y permanecen con nosotras, porque si volvieran a casa, serían rechazados. En nuestro centro, los enfermos suelen curarse en unos dos años.

¿Qué tipo de actividades lleváis a cabo allí?
Lavamos las heridas cada mañana, les damos las medicinas que necesitan (tienen una caja de medicinas por enfermo para cada semana), limpiamos la casa, alimentamos a los que no se pueden mover, llevamos al hospital a los que lo necesitan... Los enfermos nos consideran familiares, piensa que pasan 24 horas al día allí, y que pueden llamarnos a cualquier hora que lo necesiten. Se sienten muy agradecidos.

¿Y cómo es la respuesta del Gobierno y de la sociedad frente a esto?
Está cambiando mucho. Antes, no había nada parecido a un sistema de salud nacional gratuito, las personas dependían de sus sistemas financieros privados. Recientemente, el Gobierno ha empezado a proveer fondos para atender la salud de las personas más mayores. 

¿Qué es lo que más os motiva de vuestro trabajo diario?
Por un lado, ver a los niños crecer y desarrollarse con ilusión. Por otro lado, ver a los enfermos de lepra sonreír al vernos aparecer, y su aceptación de las dificultades de la vida.

¿Qué mensaje deseáis enviar a nuestros benefactores?
Que les damos muchas gracias. Nosotras hacemos el trabajo, pero ellos ofrecen tiempo, recursos y solidaridad. Sin ellos, no podríamos hacer nada de lo que hacemos: nadie puede hacerlo solo, y juntos somos capaces de hacer realidad todo lo que estamos logrando.

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Fundación Juan Bonal es expresión de solidaridad.

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